Desde Pisagua, con fecha 2 de junio de 1879, Grau envio la siguiente
carta a la viuda de Prat: "Dignisima señora: Un sagrado deber me
autoriza a dirigirme a usted y siente profundamente esta
carta, por las luchas que va a remontar, contribuya a
aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En
el combate naval del 21 proximo pasado que tuvo lugar en
las aguas de Iquique entre naves peruanas y chilenas, su
digno y valeroso esposo, el capitan de fragata don
Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue, como usted
no lo ignorara ya, victima de un temerario arrojo en
defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando
sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañandola
en su duelo, cumplo el penoso y triste deber de enviarle
las para usted inestimables prendas que se encontraron
en su poder y que son las que figuran en la lista
adjunta. Ellas le serviran, indudablemente, de algun
pequeño consuelo en medio de su desgracia y por
ello me he anticipado a remitirselas. Reiterandole mis
sentimientos de condolencia, logro, señora, la
oportunidad para ofrecerle mis servicios,
consideraciones y respeto con que me suscribo de usted,
señora, afectisimo y seguro servidor. Miguel Grau".
Entre los objetos enviados a la viuda se Prat, se
encontraban: una espada, un anillo de oro de matrimonio,
un par de gemelos, botones, fotografias, un escapulario
y una carta sin abrir.
En la respuesta a la carta, la viuda de Prat le dice a
Grau:
"Recibi su fina y estimada carta... en ella, con
la hidalguia del caballero antiguo, se digna usted a
acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente
la muerte de mi esposo; y tiene la generosidad de
enviarme las queridas prendas que se encontraron sobre
la persona de mi Arturo; prendas para mi de un valor
inestimable... consagradas por su martirio, como la
espada que lleva su adorado nombre. Al proferir la
palabra martirio no crea usted señor, que sea mi
intento de inculpar al jefe del Huascar la muerte de mi
esposo. Por el contrario, tengo la conciencia de que (usted)...
tiene el raro valor de desprenderse de un valioso trofeo
poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un
precio extraordinario por el hecho mismo de no haber
sido jamas rendida; un jefe semente (como usted, Grau),
un corazon tan noble, se habria, estoy cierta,
interpuesto, a haberlo podido, entre el matador y su
victima, y habria ahorrado un sacrificio tan esteril
para su patria como desastroso para mi corazon...
Carmela Carvajal de Prat".